No son pocas las veces que he tenido el dudoso placer de pasar por el trance de presentar algún escrito (¿manuscrito?) a una editorial. Quizá el lector (si lo hubiere) de este artículo también.
Sirva de anticipo que lo que aquí se exponga no es regla exacta, ni ley escrita ni estricta. No es más que el fruto de la experiencia propia y parte de las experiencias compartidas por otros escritores que conviven en el mismo humilde segmento que el mío.
Habrá excepciones a lo dicho aquí. Benditas sean. Vengan a mí.
El mundo editorial. Un buen negocio, reza parte del título de este artículo. ¿Por qué? Vamos a repasar un poco el mundo de las editoriales de esas que llaman pequeñas, medianas, o más reciente y modernamente llamadas independientes o indies.
Si la editorial no tiene demasiados complejos ni tampoco se preocupa en exceso de darse un barniz que encubra y recubra sus verdaderas intenciones, no andará con remilgos. Otras lo harán. Estas son las peligrosas.
Uno puede descubrirlas porque lejos de poner objeciones a recibir tu texto, lo reclaman con vehemencia. También las identificarás porque suelen responder en un plazo corto de tiempo, de un mes a lo sumo, y siempre de manera positiva. ¡Enhorabuena, eres el próximo best seller! Parecen querer decir… No escatimarán en elogios a la obra y al autor, porque elogiar es gratis, y si forma parte de una estrategia incluso puede dar rédito.
Si te vieses en estas lides, no descorches aún el champán, escritor, no sea que te desplumen a ti y a los tuyos más adelante. No, no descorches alcoholes ni abras un zumo. Ni siquiera se han leído lo que hayas enviado por mucho que quizá te mencionen algún párrafo al azar. No, no es eso lo que les interesa.
A continuación, viene la parte encubierta de toda la trama editorial, que daría por sí misma para novelarse.
Probablemente en el contrato que se le mande al escritor figurarán, entre otras y dicho de distintas formas, cláusulas como “mínimo de ventas”. ¿Qué quiere decir esto? Que la editorial solo publicará lo que hayas enviado (sea lo que sea) si previamente se asegura beneficios. ¿Qué quiere decir esto? Que el autor tiene que garantizar bien de su bolsillo, o bien del de sus familiares y amigos, que la editorial gane dinero. ¿Qué quiere decir esto? Que la editorial no publicará tu obra por tener mayor o menor calidad literaria, sino que lo hará en función de un dinero, o no lo hará. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando requieren a gritos que envíes tu manuscrito, lo que están solicitando es que les envíes tu dinero. ¿Qué quiere decir esto? Que puedes haber escrito El Quijote, o la mayor mierda del mundo (por cierto, qué buen título sería para una novela) que si cumples con el mínimo de ventas exigido lo publicarán con gusto. ¿Qué quiere decir esto? Que todas estas editoriales no hacen otra cosa que cobrar por servicios e imprimir el resultado.
¿Es esto malo o incorrecto? No, pero ha de anunciarse así, como hacen otras editoriales honradas que se quitan la careta y se ofrecen como servicios editoriales. Bien por ellos, pues no caen en la tentación de jugar con las ilusiones de nadie. Ellos reciben tu escrito, realizan los servicios editoriales que se acuerden entre ambas partes, y te devuelven el resultado impreso. A calzón quitado.
Crear falsas expectativas es fraude. Aprovecharse de los ególatras sueños de escritor es fraude. Encubrir servicios editoriales para jugar a ser una editorial es fraude. Ponerse llamativos nombres y pelotear al escritor hasta que firma el engaño para después, una vez cobrado el dinero de sus familiares y amigos, echarse a dormir, ah… ¡eso sí que es fraude!
¿Es cultura imprimir?
Son numerosísimas las editoriales (falsas editoriales) que juegan a este poco honroso juego. La irrupción de Amazon como plataforma de autopublicación les dio una enorme y sonora patada en la entrepierna a muchas de ellas que, furibundas con el gigante americano porque puso a disposición del escritor más o menos espabilado el yo me lo guiso y yo me lo como, aún han sido capaces de aprovecharse de él para imprimir los escritos que les llegan de escritores despistados. Criticar y aprovecharse al mismo tiempo, de la misma cosa… No me extraña que en ocasiones acaben devorándose a sí mismas.
Es por ello que el mundo editorial será un buen negocio siempre que cuente con aficionados a la escritura cuya ilusión sea de la misma envergadura que su precipitación. En el momento en que esos escritores se pregunten a sí mismos ¿Qué hará esta editorial por mí? Si es la calidad de mi obra lo que les ha gustado y es por esto por lo que quieren publicarla ¿Por qué me piden de una u otra forma que compre un número de ejemplares de mi propia obra? ¿Por qué avalar la apuesta de otro? ¿Por qué me piden sibilinamente que arrastre y me arrastre a familiares y amigos para financiarlos?
Mientras que el escritor no se pregunte ¿Seré yo el único comercial de mi propia obra? ¿Cuánto invertirá la editorial en promocionar mi obra, que tanto han dicho que les gusta y que creen en ella? Si nada hicieren de todo esto ¿Para qué quiero entonces una editorial frente a unos servicios editoriales o una simple imprenta? ¿No es esto una especie de Crowfunding encubierto con el destinatario incorrecto? Ante esto, ¿por qué no autopublicarla?
Es por ello que el mundo editorial, como reza la continuación del enunciado del artículo, es un mal negocio… para el escritor.
Estas editoriales simplemente recogerán el dinero que tú has mendigado, te darán el 10%, imprimirán los libros estipulados y se olvidarán para siempre de ti y de tu obra, a no ser que vuelvas a aparecer con otros folios escritos y mil euros (o la cantidad que fuere) para abonar.
No había tal sueño. Menos aún interés literario. Dejas de ser Vargas Llosa, Perez-Reverte, Francisco Umbral… ni siquiera Paulo Coelho.
Alguien podría decirme ¿Entonces, por qué no abres tú una editorial? Buena pregunta. Esto es como aquel que refunfuña contra los funcionarios, pero nunca se ha planteado prepararse una oposición. Quizá no lo necesite. Esto es tan solo una opinión, no una razón de vida.
En el plano literario soy consciente de que con este artículo y estas palabras debería comenzar mi ocaso, como le ocurriese a Zarathustra cuando bajó del monte y su prudencia le abandonó para volar junto con su orgullo.
Si es así, sea. Tampoco hay tanto que perder.
én vez dé «á caLzóm quiTao», cómmo dize nuesTro GRAMDE AMiGO Txarka’s, » a cojón sacao» ,,,
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