José María Albareda (San Clemente, 1960) vive en Cuenca. Licenciado por la Facultad de Bellas Artes de San Carlos, Valencia. Es pintor, catedrático de Dibujo y académico numerario de la Real Academia Conquense de Artes y Letras. Fue profesor de Educación Plástica y Visual, y desarrolló buena parte de su labor docente en el I.E.S. Fernando Zóbel, de Cuenca. Ha participado en numerosas exposiciones individuales y ha sido galardonado a través de una extensa secuencia de premios, que acreditan una dilatada y prestigiosa carrera en el mundo de la pintura y de las artes.
José María es colaborador de elurbano.org. Otra de sus contribuciones a este blog es su excelente colección de imágenes de Cuenca (arte encontrado), titulada «La paz de nuestros días»: https://elurbano.org/2021/11/01/la-paz-de-nuestros-dias-jose-maria-albareda/

Viaje al fin de la noche:
Agustín Rubio López nace en San clemente en el 1958, y tristemente fallece en Cuenca en el año 2019. Su vocación pictórica se manifiesta muy temprano, tal y como descubren los distintos profesores que tuvo en sus años de estudiante en San Clemente. Tras aprobar una oposición nacional para el cuerpo de Correos, es destinado a Barcelona, allí podrá desarrollar sus inquietudes artísticas asistiendo a unos talleres donde se imparten enseñanzas avanzadas sobre color y composición. Sus cuadros de esta etapa tienen un claro dominante fauvista e impresionista, el color casi puro es el protagonista de sus obras de los años de su estancia en tierras catalanas.
En Barcelona realiza varias exposiciones colectivas. También en esos años y coincidiendo con su segundo traslado a Almería, expone en 1984 en una muestra organizada por la Diputación de esta ciudad. En el año 1985 es destinado a Madrid, allí retomará su etapa más formativa, asistiendo a los talleres de pintura que organiza el Círculo de Bellas Artes. Es en Madrid donde descubre el apasionante mundo del grabado y se matricula en diversos talleres, llegando a exponer alguna de sus obras en la Calcografía Nacional de la capital. La actividad como gran grabador será ya una constante en su trayectoria creando una extensa producción que no dejará hasta su fallecimiento. Sus últimos monotipos son de una calidad y una fuerza expresiva que cautivan, son puro arte impreso.
Paralelamente va participando en certámenes y también realiza exposiciones individuales en Aranjuez, Móstoles, Galería 27 de Valencia, exposición de grabado en Cascais (Portugal) y en 2003 expone en nuestra ciudad en la Sala Jamete.
Tiene abundantes premios, destacando los siguientes:
1983. Molino de Plata. XLIV Exposición Nacional Artes Plásticas de Valdepeñas.
1986. Primer Premio X Bienal de pintura de Almería.
1987. Primer premio en el XXXVIII. Exposición” Nacional de Puertollano”. Ciudad Real.
1988. Segundo premio en el concurso de pintura Ayuntamiento de Tomelloso. Ciudad Real.
1989. Segundo premio. II Certamen Nacional de Pintura Distrito centro Madrid.
1991. Primer premio en la convocatoria XXXVIII Internacional de pintura del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan. Ciudad Real.
1994. Segundo premio X Concurso Regional de Castilla- La Mancha. Tarancón.
1999. Mención Honorífica en el Certamen de arte Gráfico de la fundación de la Casa de la Moneda. Madrid.
2001. Segundo Premio. Certamen Nacional de Villar de Olalla. Cuenca.
2006. Primer Premio de en la localidad de Torralba de Calatrava. Ciudad Real.
2007. Premio adquisición de obra en la localidad de Manzanares. Ciudad Real.
La obra de Agustín es potente y a la vez delicada. Está llena de sugerencias donde sumergirse y recrearse.
“Lo importante no es pintar, lo importante es saber qué pintar”. Agustín decía esta frase cada vez que se sentaba frente al lienzo, era una especie de liturgia que repetía siempre, pasaba un buen rato meditando sobre lo que tenía que realizar, sometía la obra a una observación metódica y reflexiva que podía durar un buen rato y que lo tenía en un estado de concentración absoluto. A veces después de este rato, trazaba tan solo un par de líneas, para decir hay que saber parar. Era su manera de afrontar la pintura, como si ese rato fuese a ser el más trascendental de la vida.
Si el cuadro empieza en uno mismo, en su caso era radicalmente cierto. Mediante la atenta observación no solo ponía los ojos a trabajar, también era la forma de manifestar su honradez, su lucha personal por entender lo que veía. Esa sensibilidad ante lo que debe acontecer después, esa voluntad de ver el misterio cambiante, desembocaba en una posterior habilidad y maestría al plasmar la pura reflexión en objeto pictórico, o en una serie para estampar. Su pintura ayuda a ver. Ella nace de la vida, de la complejidad de la vida, de sus continuas dudas y certezas. En cada gesto está su propio carácter y su intensidad en mostrar pictóricamente lo que creía.
