ACERCA DEL REALISMO RARÍSIMO, LO CHUNGO Y LO INCOGNOSCIBLE. FERNANDO SÁNCHEZ

Reseña del libro Realismo raro. Lovecraft y la filosofía. Holobionte Ediciones. Barcelona. 2020.

“Cualquiera de nosotros podría dar toscas descripciones del estilo de Tomás de Aquino, Cézanne o Trakl, y probablemente podríamos discutir sobre sus temas más recurrentes y sobre aquello que describen, así como identificar un puñado de características básicas con las que se organizan sus obras. Sin embargo, y como es obvio, esto se convierte en algo imposible cuando se trata de un contenido con el que no estamos familiarizados o que viene de otro mundo, eludiendo cualquier definición precisa”, escribe Graham Harman, uno de los patronos del denominado realismo raro. En efecto, supe de la existencia de ese realismo raro hace poco tiempo y es evidente que aún no estoy del todo acostumbrado a ello ni suficientemente preparado para elucubrar por lo tanto. Ni soy filósofo ni lingüista ni alquimista ni especialista en Howard Phillips Lovecraft, por eso les comento que lo que yo escriba en este texto podrá resultar necesariamente tosco, sin fuste y hasta de mal gusto, pero de todas las maneras y como muestra de lealtad hacia ustedes, yo les tengo que recomendar un libro que me ha fascinado de principio a fin, que resulta más digestivo que cualquier otro de la materia, por lo menos para el lector medio o incauto como yo. Una pastilla para la crispación metodológica.

En referencia al realismo raro, Graham Harman afirma que “la realidad en sí misma es rara  porque resulta inconmensurable ante cualquier intento de representarla o medirla”, una aseveración que de buena, resulta verdaderamente chunga. Asimismo, la Ontología Orientada a los Objetos se define como una existencia independiente del objeto respecto a la percepción humana. En último término, para quien no lo conozca, el escritor norteamericano Howard Philips Lovecraft (1890-1987) es uno de los mitos de la literatura de terror. “En cierto sentido, la interacción entre estilo y contenido es el tema central de este libro”, escribe el autor del libro que se reseña (con mayor o menor éxito).

En realidad, a lo largo de este texto, se está justificando el realismo raro a través de Lovecraft y a Lovecraft a través del realismo raro. Graham Harman, filósofo nacido también en Estados Unidos (1968-) analiza exhaustivamente la obra del eximio escritor del horror tomando como base una selección de un centenar de pasajes de cinco, ocho, doce líneas (más o menos doce parrafitos por cada uno de sus relatos más relevantes): la tendencia a la digresión es casi inexistente, el libro es bastante intuitivo a la vez, todo está muy bien introducido –y epilogado-, es didáctico y muy útil. Con estas premisas, usted no se debería perder en esa trama bajo ningún concepto.

Mediante el fraccionamiento de píldoras, uno se hace sus composiciones más o menos equilibradas. La tesis central de la obra de Harman es la existencia de un objeto real (inaprensible) y un objeto sensual (lo que percibimos de ese objeto). Cómo afrontar esa brecha es objetivo de Lovecraft -un productor empedernido de ellas- y del mismísimo Harman. Se hace énfasis en esa idea de diaclasa, de borde, de frontera, que –explica el filósofo- Lovecraft aspira a describir, englobar, desentrañar. Existe en consecuencia la deconstrucción y reconstrucción (y la pontificación) del mago del terror a lo largo de estas páginas como hacedor de grietas, que intenta desenmascarar a través del propio lenguaje, objeto –se afirma- de conflicto.

Howard Phillips Lovecraft es presentado como un talento estético y estilístico. Como les digo, un escritor/resolvedor de resquicios, de fosas sépticas. Subraya de él Harman que “entre los objetos y sus cualidades resulta de gran relevancia para nuestro modelo de Ontología Orientada a los Objetos”, un amasijo de objetos resistentes a ser reconocidos, dentro de esos agujeros tan profundos. ¿Por medio de qué podemos acercarnos entonces a dichos objetos, llamados reales, y cómo podríamos sobresalir en esa escenografía del desaliento? Según Harman y según Lovecraft según Harman, a través de la metáfora y de la cultura de la alusión, que hace referencia a la cosa incognoscible, una cosa que hace lo que quiere con nosotros, huraña, hosca y hasta destemplada.

En mi opinión, estimado lector, el libro es una revelación al menos dentro de la teoría del pensamiento que conozco –o del que se me oculta raramente, si aplico los principios básicos e irreductibles de este realismo tan chungo-. De esta forma, un objeto podría ser el libro de Harman y otro diferente, mi percepción de ese libro, si me dejo llevar graciosamente por los preceptos aquí defendidos: ”la incapacidad  para hacer presentes las cosas en sí no nos veda tener acceso indirecto  a ellas. La estupidez inherente de todo contenido no significa la inherente imposibilidad de todo conocimiento, ya que el conocimiento no requiere ser discursivo y directo”. El propósito de Harman es, pues, desenmascarar las tensiones básicas de los textos de Lovecraft escogidos.

Según el filósofo, el mito de la literatura de terror podría ser un alusionista inteligente y sistemático. A través de esa selección descrita, Graham Harman hace referencia asimismo a un “cubismo literario” y a unos ”frenéticos planos cubistas” de combinaciones “inéditas”, insólitas, de multitud de facetas ensambladas entre sí. A fin de cuentas Harman bebe de su propia medicina cuando alude a todas estas cosas. En definitiva, después de la cosmovisión de Lovecraft –según el realismo raro- vendrían las cosas de Harman y por supuesto las nuestras, todo ello muy del Wittgenstein del Investigaciones filosóficas. A lo largo de las páginas de Realismo raro, el de Iowa desglosa la fracción generatriz de la comprensión de ese horror, que no es otra que la intuición. “Como ocurre a menudo con Lovecraft, una fisura se crea entre la más horrible de las cosas descriptibles y la realidad todavía más abominable que subyace bajo ella”, es una sentencia tan lúcida como formidable.

En lo que a mí respecta, necesitaba empaparme de algo de esa enjundia. Las conclusiones de Harman no sólo no decepcionan, sino que constituyen un interesante punto de partida mediante esa insinuación absolutamente sinestésica de esas entidades profundas insondables. El léxico de Lovecraft, asegura el filósofo, puede parecer de “textura coriácea”, pero su significado es de una sofisticación sin parangón, un contexto –cree el propio escritor- que hace plausible lo improbable. De esta forma, yo nunca podría estar seguro de la relación epistemológica entre Harman y Lovecraft y estoy por asegurar que, en su fuero interno, ni siquiera habría de estarlo el propio Harman con respecto al maestro de esa literatura tan lúgubre como cosmogónica y sin empalagamiento.

Así las cosas, el propósito del realismo raro es igual de jodido que de apasionante, es un conjunto de algoritmos que nos aproxima de una forma muy cabal a los límites y a las contingencias del conocimiento, nos incita a superar esos mismos muros en un alarde de honestidad, marca la distancia entre lo probable y lo factible, y por supuesto que contribuye a hacer más digerible la brecha entre lo que es Lovecraft y lo que es Harman y lo que es cualquier texto que hable al menos sobre alguno de los dos.

Después de la déesis preceptiva, la tarea de Harman resulta muy compleja, pero muy saludable. Lo chungo resulta ser un lenitivo para la ponzoña metafísica. Sorprende su capacidad analítica y la astucia con la que desentraña esas relaciones “cubistas” en plenitud. Como método de aproximación al conocimiento filosófico, yo lo veo bastante accesible y por ese motivo, se hace en consecuencia superlativo y en última instancia, rarísimo. Para concluir, yo he aprendido y me he sentido bien. Es una ontología del otro lado (en alusión a mi propia obra Antología del otro lado, no lo he podido evitar). Ponga un Harman en su mesa. Y con esta metonimia, parece que me quedo más tranquilo.

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