LA MINISTRA Y SU BIENESTAR ANIMAL. FERNANDO CASTILLO

Me chivan desde los entornos rurales, con agitada indignación, propuestas de leyes que se están cociendo (o están cocidas ya). Escucho las palabras del pueblo (el de verdad, el de gente trabajadora que vive en casitas en el campo) y las recibo con absoluta estupefacción. Tales leyes hervirán y serán derramadas sobre las cabezas, ya sin boinas por aquello de los tiempos modernos, de los pocos ganaderos extensivos que aún resisten en nuestros campos despoblados.

Algo así como la ley animalista escaldará las abrasadas calvas de los pastores o, si mantuvieran mata de pelo, de seguro la desprenderá.

Leo, en silencio y con sonrojo, el fragmento del artículo 81 del Anteproyecto de Ley de Protección, Derechos y Bienestar de los Animales, en el que se especifica que los ganaderos deben geolocalizar a sus perros, o, de lo contrario, serán multados con hasta 10.000 euros.

Hago un esfuerzo por comprender. Imagino a mis amigos y conocidos, manchegos, extremeños. Visualizo a sus padres, sufridos hombres de pueblo, de avanzada edad, camino de la raña con su pequeño rebaño de ovejas. Hombres de labor, trabajadores infatigables que han dedicado su vida al campo. Ahora tendrán que debatirse entre el garrote, los cencerros, o comprar varios GPS y geolocalizar a sus dos o tres perros. La señora ministra les ha debido de preparar algún tipo de formación tecnológica, supongo. Quizá los fondos europeos vengan también a financiar los dispositivos electrónicos, y así no tengan que hacerlo las ya de por si esquilmadas arcas de los pocos paisanos que todavía habitan las zonas rurales despobladas, desprotegidas y deprimidas de España.

Pero se trata, al menos en este caso, de una ley para amparar a los animales. Ahora bien, ¿qué animales? Una vez más, al igual que sucede cuando se trata de las personas, el enunciado nos confunde. «Animales son aquellos que yo diga», parece resonar en mi cabeza. Imagino esas palabras en la mente de la ministra, o de quien corresponda como acólito suyo. Las pobres ovejas, las borras, no lo son. Animales de segunda, en el mejor de los casos. Quizá no merezcan ni siquiera ser clasificadas como seres vivos. Preguntemos a la ministra, para poder saberlo.

Como dijo el poeta «Mata a una cucaracha y serás un héroe. Mata a una mariposa y serás un criminal. La moral tiene criterios estéticos». También la ley, por lo que se aprecia ¿No son los pastores, pues, cucarachas a ojos de la ministra? O quizá seamos todos simples ovejas… pero doña Ione tan solo tiene ojos para los perros, que sí son animales. Ellos son las mariposas de esta historia. ¿Habrá visto la ministra alguna vez una oveja? ¿Un cordero, quizá? ¿Tendrá como mascota una borra? Me decanto porque es poco probable.

Se supone que este despropósito se justifica en aras del bienestar animal, pues con tal fastuoso encabezado se anuncia. ¿Insinúa entonces la ministra que nuestros pastores no se preocupan de ello? ¿Quiere decir que nuestros ganaderos maltratan al perro con el que comparten vida personal y profesional? ¿Desliza de manera sibilina que este gremio descuida al rebaño que supone el sustento de su familia? Creo que, a diferencia de lo que la ministra supone y propone, ellos, los ganaderos de pueblo y del pueblo, buscan el bien de todos sus animales, y no solo de los que más molan.

Puestos a buscar el bienestar de algunos animales en detrimento de otros ¿Habrá pensado si a los perros les puede llegar a ofender que les rastreen y controlen como si fuesen presidiarios con la condicional? O será tan solo un adorno estético que quiere anudarles al cuello, por aquello de la autoestima… Y ¿las pobres ovejas? Son buena gente, créame ministra. Si no merecen un GPS, compadézcalas y legisle a favor de que les pongan un lacito.

Pienso si algún ministerio al mando de algún animal podría llevar a cabo alguna Ley de Protección, Derechos y Bienestar de las Personas Honradas. Lo olvido inmediatamente. Las personas honradas no existen. Son tan secundarias y prescindibles que se han encargado de desprotegerlas hasta exterminarlas.

Desisto de todo.

Sra. Ministra, a modo de glosario permítame indicar que una raña es una llanura con pasto y arbolitos, y las borras son ovejas. Balan. Su sonido es algo así como Beeeee (larra). Con esto es suficiente para la primera lección. Vaya usted al campo, trate con los pastores, mézclese con el pueblo. Con el pueblo, sí. Ellos continuarán, si usted así lo desea, con el resto del curso.

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