TAXONOMÍA DE UN JEFE DE ESTUDIOS: GÉNERO Y ESPECIE DE UN HOMBRE ENTRE LAS FLORES. JOSÉ TOMÁS CASTILLO PÉREZ

No es fácil, como he dicho en otras ocasiones, hablar sobre los escritos del profesor. Intentar aprehenderlos solamente desde la razón nos llevaría a la desazón, y en un estadio más allá, a una desesperación inquietante.

Hasta aquí lo que podía haber pasado hasta hace unos días. Los ya iniciados en el ya calificado como “lirismo críptico” sabíamos qué terreno pisábamos, por dónde se había abonado la tierra y por dónde debíamos meter la reja del arado para desterronar los conceptos y las citas. A partir del veinticinco de abril, el nuevo “cultivo” nos ha pillado con el pie cambiado, hasta que la consanguinidad de espíritu nos ha llevado a descifrar el enigma con inusitada rapidez, y lo que es más reconfortante, con total seguridad.

El anuncio del cargo, el hábito (jefe de estudios) no va a hacer al monje (el escritor). Se inaugura una nueva forma de comunicar, la cual no busca la descodificación, la claridad, sino que nos arrastra a los seguidores de la “secta fernandina” hacia una especie de iluminación numinosa. Las flores, como ancla en el mundo terrenal, como institución primigenia de pureza y bondad. Todo lo demás, una auténtica -y no exagero- religión literaria del desprendimiento (no hay normas impuestas) y el descubrimiento (la admiración constante hacia los acontecimientos de la vida) que no deja de generar una paideia intelectual admirable.

No es de extrañar esa inquietante sensación de que le vaya a estallar la cabeza. Son muchas cosas, y todas importantes. El universo cinematográfico, la corrección de exámenes, la turbación de recorrer las calles, la frustración agridulce de ser padre, la deuda eterna de ser hijo, el arrobamiento ante los párrafos sangrantes, la fascinación por el paralelismo entre el cosmos y el aparato digestivo, la catarsis del alcohol y el rocanrol, y un largo etcétera de situaciones, de acciones, que permiten multitud de aquiescencias. Todas estas facetas, las famosas matrioskas, después de haber recorrido con él tan largo trecho, en un espacio de tiempo que se nos ha hecho corto. Pero lo importante: creo que tanta riqueza nos ha obligado a abandonar, incluso de manera entusiasta, toda ilusión de exhaustividad. El diablo estará en los detalles, pero la secta del jefe de estudios está hecha para los espacios abiertos, para los descampados, siempre con alguna maleza, con algún aceite de coche derramado, y eso precisamente, es lo que se agradece en el escenario, la rebosante humanidad, la literalidad, y en la última entrada de El Urbano, las respuestas arrancadas por espontáneas preguntas.

Lacónicos, pero no desmemoriados, los lectores nos enfrentamos a una vuelta de tuerca en la exclusividad. Juraría que ser jefe de estudios no ha servido para abonar la arrogancia, sino para bajar aún más, cuando nadie le ve, en los momentos de soledad literaria, a los barros y los atrases del patio. A la mirada equidistante desde la acera, siempre gris y municipalmente anodina y ecléctica. Y surge la premonición, el sueño repetitivo, la calle Escocia. No deja de sorprender, incluso dentro de la propia innovación estilística.

Este nuevo fenómeno: la entrevista metafísica, la confesión espontánea, para poder ser comprendida, en los términos que apuntábamos al principio del escrito, debe ser clasificada, al menos, en una categoría. Llamémosle aplicar la taxonomía a la obra completa. El género, la familia y finalmente la especie a la que estamos tratando, de la que somos entomólogos apasionados u ornitólogos orgullosos. De qué escritor, de qué clase de literatura estamos hablando (cojones ya). Creciendo para ser cada vez más escueto, concentrarse, o por el contrario, crecer para ser más ligero, para diluirse. No tengo el don del discernimiento ni falta que me hace. Me conformo con tener la voluntad de seguir dudando y de seguir sorprendiéndome con obras que me estimulen, como es esta.

No sólo las flores, como digo, nos sirven de anclaje a este mundo terrenal y de Doritos. La música, Madrid, Joyce, Hesse, Kant, Gene Simmons pueden ejercer como templos y como médiums en los momentos de elevación. Yo me mantengo conectados gracias a ellos, gracias a que Fernando nos los arroja como los arneses de un montañista, y en este caso, en la anunciación como jefe de estudios, las limpias y escuetas preguntas se alimentan con el eco críptico de las respuestas. Quizá sea solo un formato, un accidente terminológico (accidente provocado), pero en ningún caso atisbo postureo o argucia.

En España no se beben chupitos de whisky, de primeras, eso es regla sagrada y escrita en nuestro inconsciente colectivo. Jota lo sabe y los demás también. Se empieza con la cerveza y se continúa con el combinado, y si se tercia, se añaden otros condimentos. Por eso este chupito de entrevista no es extemporáneo; viene que ni pintado para estrechar los lazos, cuando se asoman las gotas de sudor al brocal de la frente, a eso de las tres y media de la mañana. En mi caso, en este caso, fue de tardeo, a eso de las cinco. Todo en su sitio. El vuelo del cóndor y el raseo del tordo a media tarde.

Definida la especie (escritoris), el género (literatus) y la familia (madrileñum) no caben más clasificaciones en la taxonomía del personaje. “Habemus” jefe de estudios y tenemos chica nueva en la oficina: la entrevistadora, la que escucha Soundgarden, siempre, quizá, una mujer. Lo que venga después, vendrá con flores (de nacimiento o de muerte) pero eso, a estas alturas de la película ¿a quién le importa?

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