DE LA MUY URBANA «CASI ME MATO» DE BARÓN ROJO. FERNANDO SÁNCHEZ

Imagen: detalle de la portada de Metalmorfosis. En cursiva, las estrofas de Casi me mato.

Un día de tantos me sentí muy mal/Y decidí que me iba a suicidar/Iba como loco/Iba como loco/Bajo las ruedas me quise tirar/Y el metro no acababa de llegar/Iba como loco/Iba como loco.

Tengo la sublime sensación de que fue la primera kasiete que me pillé, cuando aún había mercadillos de la plaza y cuando aún había pueblos. Bueno, me la compraron mis padres hacia 1983, año del release de la cosa.

En mayo de 2018, el periodista especializado en heavy/ruack Mariano Muniesa publica 35 años de Metalmorfosis, la última gran obra de Barón Rojo. En ella, Muniesa es de la opinión de que Casi me mato -uno de los cortes de ese álbum- es un tema desahogado, pleno de ironía, en el que “se habla de un individuo al que el rock ‘n’ roll le salva la vida en un disparatado trance suicida”. Por otro lado, en el blog Mautorland, su ideólogo Antonio Mautor (Metalmorfosis, la última obra maestra de Barón Rojo, mayo de 2019), afirma que Carolina Cortés, pareja de José Luis Campuzano Sherpa –miembro de la formación digamos clásica-, fue la que puso el nombre al disco, y que había otros tantos como “Vuelo nocturno”, “Volando alto”, “Fumando hierro” o “Con las venas abiertas”, que fueron obviamente desechados. En cualquier caso, piensa Mautor, Metalmorfosis es “una maravilla lanzada en 1983”. También he leído que King Piltrafilla (enero de 2018, ffvinilo.blogspot) define Casi me mato como “hard rock desenfadado”, en el seno de “un disco sin mácula”.

Pero un colega tocaba un rock/Y aquel mal rollo se me pasó/Casi me mato «babe»/Casi me mato «babe»/Casi me mato «babe»/Casi me mato «babe».

Y en la web oficial www.armandodecastro.es se afirma que la banda madrileña dio su primer concierto el 16 de agosto de 1980 en Leganés (Madrid). Por entonces, Barón Rojo estaba formado por los hermanos Carlos y Armando de Castro, Sherpa y Hermes Calabria. Entre los temas del legendario Metalmorfosis, como ya se imaginan ustedes, se halla el fabuloso Casi me mato, primera canción de la cara A, pa empezar en condiciones y tal (una composición perpetrada por Armando de Castro y los mencionados Cortés y Sherpa).

Casi me mato, como el resto de propuestas de ese álbum, fue grabado en los estudios Battery de Londres. Dicen que es un tema divertido y desde luego que lo es, claro que sí, pero para un servidor es ante todo el T.A.C. con contraste del nihilismo adolescente español de los 70 y 80, prolongable a 400 años vista. Casi me mato es un tema que trata con decoro a una ciudad disfuncional, que mezcla oscuridad, virtuosismo y humor, que es verdaderamente sombrío y a la vez un retrato más ufano de lo habitual, es espacio profético y postpoético, compendio de extrarradios físicos y mentales.

Cogí mi bólido y lo puse a cien/Un kamikaze yo quería ser/Iba como loco/Iba como loco/El ocho y medio no tiraba más/Y se empezó a desarmar/Iba como loco/Iba como loco/Y para colmo recordé/Que había un concierto/Y ya eran las diez/Casi me mato «babe»/Casi me mato «babe»/Casi me mato «babe»/Casi me mato.

En el libro Las mejores anéctodas del Rock & Roll (La esfera de los libros, 2015, pp. 125-126), El Pirata y Javier Broco, autores de los textos, explican que Sherpa era un tipo fundamental de la escena musical española y un buen músico, y hacen referencia también a un libro que escribieron los propios Campuzano y Cortés (Dando la nota, Ed. Cúbicas, 1998) en el que hablaban de aquella grabación de Londres, de que no tenían ni idea de inglés y de que usaban el metro para ir desde su hotel hasta el estudio. En fin, las cosas de la vida corriente. Pero vayamos con la rugosidad y la destemplanza de un nihilismo presuntamente macarra.

Para ello les traigo a colación un pedazo de aforismo del genial antropólogo Iñaki Domínguez, un autor que ya ha sido reseñado en este blog. O un subconjunto de axiomas: “también el macarra ha ocupado tradicionalmente un espacio periférico […]. Por lo general, el macarra no es una persona cultivada intelectualmente, algo que le hace depender del ingenio y de la fuerza bruta […]. El antropólogo y criminólogo pionero en España Rafael Salillas entendía que la picaresca era propia de lo que denominó la <<psicología del nomadismo>>: carecer de un lugar fijo en el que vivir induce a las personas a conducirse de un modo inmoral […]. Leo en un estudio psicológico sobre el pícaro que este es <<móvil, impulsivo, rebelde y que le falta perseverancia>>. Tanto pícaros como macarras son personas que viven al día y que se hallan familiarizadas con el dolor, tanto físico como moral” (Macarras interseculares, 2020, Ed. Melusina, pp. 21-24). Como usted puede deducir, no hace falta ser muy perspicaz para que uno se dé cuenta de que todas ellas parecen ser cualidades muy arraigadas en esa mentalidad del personaje creado por los propios Barón Rojo entre el apocalipsis y las movidas de la casa de abajo, bien el reflejo consciente de alguno de nosotros mismos en los 400 años posteriores al nacimiento de esa canción en el paritorio de los 80 ultramadrileños.

De vuelta a casa vi la solución/Lo más seguro es la televisión/Iba como loco/Iba como loco/Con una dosis de publicidad/Es suficiente para palmar/Iba como loco/Iba como loco.

¿Pero qué coño es lo moral y qué huevos es lo inmoral, lectores? Ya me gustaría saberlo a mí. Escribe Javier Pérez Andújar a propósito del contexto del metal y del ruack (sitúense por las buenas esta vez en el extrarradio de Barcelona/Sant Adrià de Besòs): “en el barrio se necesitará más ser rockero que ser escritor como es más necesario el pan que la poesía. Uno se hace rockero  para darle al barrio lo que le pide, para devolverle lo que le ha dado. Aquí no se puede ser escritor con las manos limpias. Decir es traicionar […]. Pero el rock no va contra todo, el rock va dirigido contra la nada. Esa noche [un concierto] todo pertenecerá a la nada excepto el rock and roll, porque eso será lo único que tengamos […]. El heavy no es violencia, la violencia es la torrentera de los bloques, el ruido de las vías, los carritos del Pryca, la noche perdida para siempre en una tierra injusta” (Paseos con mi madre, Ed. Tusquets, 2011, pp. 118-121). De esta forma, como resultado diáfano de una metástasis de nodos conectados entre sí y como unción de los enfermos, nos vemos abocados a esos espacios de deriva postmoderna en los que (di)vagan los seres entre elementos rurales y urbanos –refiere Domínguez-, nunca aristocráticos, Tierra de nadie, como titularon los mismos Barón Rojo a otro de sus álbumes cuatro años después de la transformación samsiana de ese metal.

Como colorario de lo híbrido, del extrarradio, del dolor, de todo a la vez en la misma olla exprés, el rock de Casi me mato procede en esencia del Metro (de Madrid, pongamos cuando la línea 1 llegaba hasta Portazgo por ejemplo), de un concierto de un coleguita (probablemente en un parque, el sancta sanctorum del macarra adolescente, comenta el propio Domínguez), de un vehículo Seat tan de nuestra terraza (el 850, llamado popularmente “ocho y medio”), del circular a 100 por hora (por entonces era el registro por excelencia, cuando los coches eran lo que eran y las carreteras, caminos raramente evolucionados), y del acto de contrición frente a la publicidad/reclamo del orbe orwelliano que es y llega a ser la puta televisión (llevo sin verla desde hace muchos años salvo alguna serie puntual, un documental cada 3 años y poco más). Y de los vaivenes de la inmadurez y del hastío personificados en el menda engendrado por el grupo madrileño, el arquetipo esencial de todos los que aún vivimos con ese adolescente endemoniado e impertérrito en lo más profundo de nuestro corazón, con litro, sigaro y eso.

Pero confieso que desistí/Lo del suicidio no era para mí/Casi me mato «babe»/Casi me mato «babe»/Casi me mato «babe»/Casi me mato.

El rock, en consecuencia, sólo puede proceder de un albañal y de sus circunstancias, extrarradios alentadores de esencia poética, vómitos premeditados de pirotecnia sin colorantes ni conservantes añadidos. Casi me mato es un tema muy currado, muy bien hecho, equilibrado, elegante, potente, por supuesto divertido, machacón, estoico, visionario, lleno de energía y, por encima de todo, el T.A.C. de una época y, por encima de todo lo de todo, el T.A.C. de la que vendría después. Los primeros 18 segundos son para ponerlos en bucle, para desayunar, para homenajear al neonato en un bautizo, para ponerlos en la mesa de Navidad, para rezar por la noche. Qué maravilla (paece coñac). Les dejo con esa adelantada obra de arte urbana adolescente (y macarra).

Enlace: https://youtu.be/g1vH8hGtyHo?feature=shared

Una respuesta a «»

  1. cón respecTo aL Tema, á sú LeTra, én Lós Tiempos qué corren o esTamo’s passamdo, Tán á Lá orden déL día eL suizidio; én eL personaje dé eL Tema, eL RWACK Lé saLvó dé Tomar essa fasTuossa dezisión & cón respecTo á Lós miembros dé Lá BAMDAZA, venida á MÜY MÜY MÜY á menos ACTUALmemTe; qué si sherpa sé haze dé vox (muy biém por cada uno, respeTamdo, TODO’s Tenemos cavida én esTe/nuesTro país) & armando dé casTro apareziemdo ém «firsT🩷daTes» , ayá cada cuaL ,,, dé ser una dé Lás BAMDAS máss inFLUYENTES déL panorama musicaL esTaTaL á Terminar AUTO~dephenesteado’s, peLeados & odiado’s enTre sí mixmos, én fín & yó máss. saLúz & RWACK!!!

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