EL JEFE DE ESTUDIOS ENTRE LAS FLORES. FERNANDO SÁNCHEZ

¿Qué otras opciones se barajaron para titular este texto?

Crónica de una endoscopia anunciada fue patrocinada en su totalidad a través de un argumento rectal en el que el autor no ha desarrollado la capacidad de reformular el remanente de laboratorio consumado que aún padece con opciones de compra en lo que en tiempos de zozobra y de inquietud resultó ser el ángulo hepático de sus proyecciones de llevar a cabo movidas importantes, por lo tanto da la sensación de que todo este fútil planteamiento es además un tanto tendencioso. Ni siquiera puede ser un texto, parece más un estado de ánimo de alguien que se sienta con desdén en el banco de abajo. Te apetece potar o estar viendo la tele. O con el jefe de estudios.

¿Se halla realmente el jefe de estudios entre las flores?

Probablemente, sí.

¿De qué manera se puede gestionar una crisis textual a lo largo del período anterior a la senectud?

La redacción se moría, joder. La manera más adecuada y profiláctica de marginarla en su cárcel mohosa no fue otra que tomarse con el Jota un Maset (vermouth) con soda de naranja y unos Doritos.

¿Quién es el Jota?

El Jota es amor verdadero.

¿Qué se dice en un introito de Ulises?

José María Valverde prologó excelsamente ese libro: en la introducción se refirió a un comentario extraordinario del mismísimo George Orwell, que pensaba que la obra es “todo un mundo de materia que uno creía incomunicable por naturaleza, y alguien se las ha arreglado para comunicarla” (p. 41). Es, desde otra estrafalaria perspectiva, la apoteosis de la turbulencia en cuidados paliativos. Por lo tanto, el Ulises de James Joyce se hace extremadamente efímero.

¿Qué comenta la gente del jefe de estudios?

Me dicen que al jefe de estudios no le llega siquiera para percibir la realidad (especulativa) o al menos un extracto de ese mogollón desintegrado porque el hombre que volvió de las tinieblas no es capaz de hallar en la ecuación de segundo grado el hígado de la palabra, sólo sabe que cuando se vaya, la vida seguirá igual. Él sólo observa el mundo. No es posible ver físicamente al funcionario porque él es un acontecimiento autónomo, porque no reside en la catarsis de lo prosaico.

¿En qué piensa el jefe de estudios habitualmente?

El jefe de estudios se come mucho la cabeza y algún día va a reventar, ya lo verán. En estos tiempos confusos, existe la posibilidad de incluir en cambio un fragmento de un poema con cocaína, de David González, que comenta: “[…] La tía que estaba a mi lado/de la que tampoco recuerdo el nombre/porque imagino que también estarás informado/que el consumo prolongado de éxtasis/provoca daños irreparables en el cerebro, bueno, pues la tía esa, digo [era vasca]/en un arrebato de sinceridad va y dice:/¡Pero qué guapo eres, tío!/No lo decía por mí, sin embargo. No/Yo tengo/treinta y ocho años. A los veintiuno/estaba en la cárcel” (p. 101).

¿Qué movidas tiene con la calle Escocia, de Carabanchel?

Cuando era un casi adolescente, el jefe de estudios fue invadido por un sueño. En él se hablaba de la calle Escocia, hasta entonces desconocida para él. Cuando el jovencito despertó, apercibido como se hallaba por tal coyuntura para nada mediática, miró en el callejero de Madrid de su padre (que era de Madrid, le llamaban El urbano) y, en efecto, comprobó con estupor que esa arteria dichosa encuentra acomodo en el interior de las haciendas del reconducido Carabanchel. Entonces, a partir de aquel instante de interacción truculenta entre sujeto paciente y documento gráfico, dio comienzo una conmovedora vigilia. El niño del que jamás podrían imaginarse que iba a ser jefe de estudios en la vida, se sintió cuando menos turbado porque en él quedó engendrado el sólido y delicado presentimiento de que algo habría de ocurrir en esa calle y por eso nunca entró en sus planes cortejar ese lugar excepcional tan similar a un jodidísimo epitafio (en su cabeza no tan bien amueblada).

¿Dónde se tomó el Maset?

En algún hogar de Navacerrada. Con el Jota, por supuesto.

¿Qué le pasa al jefe de estudios?

El jefe de estudios se ve hasta guapo en el charco. Solo se encuentra hermoso en el puto charco de los cojones. El charco le nutre de fantasía, hasta evoca su postureo más hortera. En el fondo del cieno, entiende que su vida es subproducto de la reverberación, irrigado como está por el contexto aún desconocido que a veces le perturba, que en ocasiones es obviado con cierta timidez. Resulta ser por ello una especie de Tippi Hedren (postparanoica), que medita sobre la metástasis de lo cuerdo, sobre el pálpito de lo preceptivo, de lo asumible y de lo particular.

El jefe de estudios siempre se hallaba en las afueras de las cosas porque no tenía el atrevimiento de hozar en el seno de ellas mismas, todo un despropósito, le daba cosilla el desafío. La praxis en cambio se concibió a (muy) duras penas como el termostato de la vida razonable, creyendo ensimismado que todo empezaba y terminaba de esa forma, como si no hubiese un mañana dulce y crujiente, y el respeto le encasillaba en consecuencia en el marco plateado de la prudencia, la misma que reside en la maleza que asalta por decreto un lugar cualquiera en el que él sea capaz de encontrarla y de verla encabronada de nuevo. La arbustiva de la puta apariencia desorganizada podría ser sin embargo el lugar más perfecto del mundo, como trasunto idealizado de las profundidades de Julio Cortázar y de las anguilas de su Prosa del observatorio.

De esta forma, el jefe de estudios se ha citado con el amor mismo entre la broza, apenas implementa una interesante idea que está a años luz del jardín en el que se ha metido. Entonces (superlativo), él asume su condición en las afueras (siempre, en las afueras) de la impostura generada por su propia humanidad imperfecta, a partir entonces del precioso momento en el que se divide con cuatro decimales entre los otros de su misma especie, desde que la bruma se evaporó del ecosistema y el eco de los días remitió indefectiblemente a esa pasión en prosa común elaborada para la familia del verso libre, recibida y adecentada en forma de segunda oportunidad, la que ella nunca disfrutó (se llevó en un táper el mismísimo vacío, se encargó de gestionar nuestra tristeza iracunda). Mientras reflexiona sobre qué mierdas poner en Amonestación en llamas, poseído en consecuencia por el sentimiento de vergüencilla que le corroe de forma habitual, el hombre la busca entre las hojas muertas. Le pudo hasta irritar una vez cada diez años, pero el tipo se ha quedado con el sol de sus ojos oscuros, después de la inmolación de su genio irrepetible y de su humanidad quizás absoluta, aún llena de la más hermosa piedad, en ausencia de la materialidad que los excedentes de cupo debemos asumir y soportar, incapaces de encontrar cualquier atisbo de consuelo y sentido reales como es tan obvio.

(Es desesperante. Las anomalías del culo de lo inaprehensible pasan a ser sinónimo de soledad falsariamente ornamentada, constreñidos por el miedo y la inacción).

Pues eso.

¿Dice Valverde más cosas interesantes?

Claro que sí. “Vivir es ir hablando, y el hablar no sitúa más allá de nuestro propio juicio”, afirmaba (p. 43). Cuando le das algo a los demás es la consecuencia perversa de la imperfección manifiesta porque crees escandalosamente, insultantemente y negligentemente en la probidad del reparto, es propio de insensatos inconclusos lo de esa arbustiva decadente, es la muerte entre las flores que te susurran cosillas al oído.

¿Cómo es la gente de Carabanchel?

La gente de Carabanchel es muy amable.

¿Qué pensábamos, a lo mejor erróneamente, de Ulises?

Creíamos que Ulises era un puto libro de mierda al final de la escalera, pero no lo es. Al menos de manera parcial, el Ulises debería ser una lectura obligatoria en la escuela (“Camposantos –escribe Joyce-. Más sitio si los enterraran de pie. Sentados o de rodillas no se podría”, es comentario de texto para Primaria). Ulises no es difícil de leer, el conflicto cinco estrellas reside en cambio en repasarnos entre líneas: la decoración profusa y atolondrada del ecosistema de lo culto.

¿Es un buen tipo el jefe de estudios?

Yo creo que sí. Solo pretende ser útil.

¿Qué opina él sobre el film Eraserhead, de David Lynch?

El jefe de estudios camina por el pasillo y da vueltas a diversos temas, va a reventar: “Aquella muchacha que se volvió loca/por David Lynch, se pilló Eraserhead/en el último/videoclub./Aquella muchacha que se apretó/Eraserhead/cagó Eraserhead con restos/sólidos de Jack Nance, luego/en la endoscopia se pudieron/apreciar en el ángulo hepático pólipos/[de Nance]/que trascendían, [en las tripas de]/aquella muchacha que vomitó/callos con garbanzos/desde que se apretó Eraserhead durante/su vida breve (lo otro no fue vida)”.

¿Qué piensa de esta didáctica del colon el vate Alberto González, profesor de secundaria?

Alberto González dice que esta propuesta metodológica es “la mirada padentro” y “el análisis especular de lo externo”.

¿De qué se habló durante el Maset?

Lo peor es la seriación de achaques de aislamiento, de mística y de estupidez. Sin embargo, a mucha banda ni le va ni le viene, le es indiferente, como a los residentes o a los transeúntes de la calle Escocia. Escuchaba con Jota la música y la letra de Daniel Higiénico, que en uno de sus cortes del Blues Experience explicaba que era “el hombre menguante” y que aún podía “encoger más”, todo, por descontado, subyugado a la pulcritud escenográfica que arreciaba con el vermouth, claro, y los Doritos en un platito básico blanco.

¿Qué tiempo hace hoy?

Hoy, hace más frío, sin embargo.

¿Qué piensa La mujer que escuchaba Soundgarden del jefe de estudios?

La mujer que escuchaba Soundgarden (era otro de los títulos) afirma que no hay nada comparable a un jefe de estudios, que no hay nada comparable a la mierda, que no hay nada comparable a Madrid, que no hay nada comparable a un jefe de estudios de mierda de Madrid. “Hay en ella un dolor devorador que no cesa. Lleva el alma en los ojos y daría un mundo por estar en la intimidad de su acostumbrado cuartito, donde, dejando paso a las lágrimas, podría desahogarse llorando y dar rienda suelta a sus sentimientos reprimidos aunque no demasiado”, escribe Joyce (p. 512).

¿Qué tiempo hizo ayer?

Nadar en barro ajeno sin bañador pareció por lo menos interesante, pretencioso, elegante y (des)alentador. También se puede adjetivar con pretencioso y elegante. Y con elegante, a fin de cuentas.

¿Qué es La chulapa?

La chulapa está en Carabanchel, en un antiguo depósito de agua, en el pasaje de Chindasvinto (colonia del Tercio y Terol). Es un mural de Jorge Rodríguez-Gerada (2019).

¿Cómo se bebieron el Maset el Jota y el jefe de estudios? ¿Cómo se comieron los Doritos?

El Maset: en vaso alto (no el clásico de cubata), echaron unos hielos, vermouth, soda de naranja y rajita de naranja. Cogieron el vaso con la mano, se lo acercaron a la boca y a intervalos sorbían el líquido que después tragaban.

Los Doritos: pillaban uno o dos (o tres) con la prensa formada por los dedos anular por un lado y por la pareja índice/corazón por otro. Se los acercaban a la boca, se los metían dentro de ella, los masticaban y se los apretaban.

¿Es cierto que el jefe de estudios miró a la muerte a los ojos?

Dicen que sí. Me comentan que el jefe de estudios, en efecto, miró a la muerte a los ojos (la muerte dejó de ser tan exótica, había que volver a casa pronto, la muerte era muy guapa, su exuberante y estructurado atractivo sexual de vigencia canónica le anticipó toda esa movida del autoconcepto). Redímete con tus actos –le dijo- y púdrete con tu carne (carnosis), justo detrás del velo carmesí, encaramada a esa hermosura descomunal y tal vez incomprendida. No ha pasado tanto tiempo, acaso nosotros hibridados y habitados entre las cuentas del escalofrío y el desparpajo de la pausa.

¿Dónde está el jefe de estudios?

Por donde La chulapa. “Daría cualquier cosa por saber lo que piensas”, escribe Joyce (p. 523).

¿Qué ocurre después de llorar tanto?

Después de llover lágrimas, se forman charcos en el suelo, espejos de la certidumbre, estructuras de acero y de paja. Como aquellas veces con el riquísimo whisky de la botella azul encima de la mesa de casa de ella, las cosas retornaban a su frenesí primigenio como las anguilas de Cortázar.

¿Qué coño hace por Carabanchel?

Ellos caminan por la ciudad camposanto, de celdas verticales, de estrellas enanas, de letargos prolongados y fastuosos. Salieron de la calle Escocia (se añade emoticono de WhatsApp de cara sonriendo con gota de sudor en la frente).

¿Dónde están las flores?

Por casi todas partes.

¿Qué dice el Jota a colación de todo esto?

El Jota es concentrado de amor de mil flores.

¿Es verdad que los libros nos enseñan las cosas de la vida?

Cortázar escribió el libro más hermoso del mundo. Joyce escribió el mundo más hermoso de todos (capítulo 17). Las rosas te susurran y compensan el déficit manifiesto y cabrón en el trayecto de piedras y barro, como hacia Roubaix.

¿Qué opina la guapa del jefe de estudios?

La guapa miró al jefe de estudios, otra vez, que pareció sonreír, y se fue. Aquello también fue muy estético y ella incluso se cagaba todavía por los poros de su oscuridad radiante.

Todas las imágenes: elaboración propia. Portada: c/Escocia. La chulapa: c/Chindasvinto.

Una respuesta a «»

  1. Entre el Gran Maset en boca y el Daniel Higiénico en oído, el madrino de mi hijo y Jefe de estudios de este bloc junto a mi persona disfrutamos también de otro crack de la música rockurbana  aprofesional: Acanoa y su Paranoid EGB

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