Banda: Obús . Álbum: Prepárate (1981, Chapa Discos). Tema y videoclip: Va a estallar el obús. Miembros: Fortu (voz), Juan Luis Serrano (bajo), Paco Laguna (guitarra) y Fernando Sánchez (batería).

Imagen de portada: Obús en el bar El Brillante (avenida de La Albufera, Vallecas Puente, Madrid).
Imágenes de arriba: fotograma del Videoclip Va a estallar el Obús y José Castillo.
¿Por qué hay que ver el videoclip Va a estallar el obús?
1
Fernando Castillo (Fructuoso Bartol) dice: «OBÚS, Vallecas. Hay que ver el video de OBÚS, me dijo alguien hace ya muchos años. Yo, que soy vallecano de esos que llaman de pico fino, redescubrí la esencia del Vallecas genuino, del de verdad, de ese que ya murió hace años y del que no queda nada. Nada.
El concepto de autenticidad se encarna en unos jóvenes melenudos que, no sé si proponiéndoselo o sin proponérselo, radiografían con claridad y exactitud de documentalista la esencia del barrio a través de la suya propia. La realidad de Vallecas es su realidad y viceversa, y esto queda de manifiesto en los planos que aparecen, cotidianos, naturales, sinceros.
Hay que ver el vídeo de OBÚS, me dijeron. Y al verlo me traslado a aquel barrio urbano, y no al sucedáneo que ha quedado, infumable. El rock toma forma en el apeadero de Entrevías, en el Puente de Vallecas, en cada mirada, en las caladas al cigarro… mientras la voz de Fortu señala al rock y a Vallecas.
Prepárate, nos dijeron los rockeros vallecanos en el año 1981 cuando lanzaron este primer disco. Y no mentían. Ellos no tenían complejo, ni practicaban buenismos. Rasgaban guitarras y tocaban baterías y bajos. Tenían melenas y carecían de máscaras.
Hay que ver el video de OBÚS si quieres ver rock volcánico, el Vallecas que un día fue, la fotografía de una sociedad y una canción que destruye a los tibios y deja solo en pie a los auténticos«.

2
José Castillo (Liberalidades) dice: «Suena la guitarra como el chiflo del afilador, llamando a la rebeldía, al burbujeo de la sangre en las venas. El café con leche (en vaso, sin concesiones al postureo), le otorga el desparpajo de cuatro jóvenes que lo tenían meridianamente claro. Entra y sale el tren como símbolo fálico, henchido de testosterona y revestido de chupa vaquera de borrego (que para cuero en Marihuana, todavía no llega la paga). El alcance del video a la parroquia es intenso, la importancia de lo que expresa (el zen vallecano, la rebeldía regia del rockero) reside en la soldadura entre vida, música y entorno urbano. Llega al que lo ve porque se siente parte de ese ecosistema. Efluvios de café, cerveza añeja y carburación diésel de R18. Años después vinieron los éxitos, se desarrolló la personalidad de Fortu, Paco, Fernando Sánchez (qué casualidad) y Montesinos. Pero toda esa energía surgió de ese puente sobre las vías del tren del Pozo, que he cruzado en infinidad de ocasiones, o la estación de Entrevías, donde los cercanías azules y amarillos alegraban el hocico con tabaco y pegamento de esnifar. Ese extrarradio donde los grupos de rock se juntaban en casas bajas, para ensayar los temas de heavy metal, mientras que la chiquillería jugaba al borde de la vía, clavando destornilladores en la tierra mojada, o poniendo monedas en la vía para obtener versiones aplastadas de las monedas huérfanas.
Las torres del fondo, de construcciones Pérez Niño, fueron las primeras casas con techo estable que los emigrantes manchegos y extremeños habían tenido desde hace años. Sus hijos orinaban, por fin, en baños no compartidos, escuchando a Barón Rojo o a Panzer en radiocassettes Sanyo de una pletina. Los patios interiores se poblaban de melenudos con pantalones elásticos que quemaban chinas y escondían el Fortuna en el calcetín. Pero solo unos pocos cogieron el bajo y emularon a Phil Lynott. Fueron esos paseos por las calles, ese deambular despreocupado y de melena suelta sin lavar, los que les concedieron el tratamiento de ilustrísimo vecino rockero. Jesús, un amigo de la infancia, contemplaba con adoración de súbdito faraónico a Paco Laguna, cuando pasaba por la puerta de su casa (baja). “Se notaba, por los andares, que ese chico no era cualquiera”. Ironías de la realidad, su calle se llamaba, y se llama, Santa Rafaela María del Sagrado Corazón; escolástica y religiosa, sí, la experiencia de beber litros y fumar, en los descampados y patios interiores, donde en cualquier momento, te atracaban unos como tú, pero con ciertas adicciones, y te daban a elegir pellizco (alicate) o pinchazo (bardeo).
La nacional tres, carretera de Valencia. Separación casi orográfica ente Moratalaz y Vallecas, también ha sido durante muchos años, una metáfora urbana de separación entre un barrio normal y otro místico, un lugar para dormir y un infierno donde soñar, y entre hidras y minotauros, rasgar las cuerdas de una Gibson de segunda mano, para tocar Solo lo hago en mi moto o Pesadilla nuclear. Y con esa actitud de cuarteto benemérito, y algún que otro tic estebaniano, Fortu y su banda continuaban su peregrinación metalera hasta el oeste del Mississippi vallecano, y llegaban al Puente, con su escaléstric de universos subterráneos, para cerrar el círculo de los churros y el café (en vaso, por favor, la duda ofende) en El Brillante. Ese puente que limitaba con nuestra Moraleja particular, barrio del Retiro, otra frontera que guardar, para que no se escapara el calor del rock, vapor cervecero del Hebe, la Champa, El Crox (donde me encontré al Toraco) y tantos templos del Metal; afición de juventud aconseja; deber de vallecano obliga.
Estación, chupa vaquera, puentes desvencijados, melena a su amor, tendederos con mono y blusas de mercadillo, dedos amarillentos, ampli viejo con pegatinas, vaqueros Lois, billetes de tren para boquillas, y por encima de todo, dignificando y cauterizando, la música… Prepárate».

3
Fernando Sánchez (El urbano) dice: «Parece más un docudrama con hilo musical de una banda de heavy metal de Madrid, cuyo leit motiv asentaba su trasero en la reivindicación del espacio público -en su momento, este tema fue un mito, pero la praxis fantasmagórica del ‘andar por casa’ es asombrosa-.
La trastienda atmosférica es gris común hasta cierto punto opresivo, el anonimato es sustancia psicodélica en la que lo habitual se ha subido a la chepa de una extraña ficción, la adoración al vacío es imponente en este ecosistema de Vallecas de principios de los 80, M-30 mediante.
El nihilismo conceptual viene prologado por la surrealista (y épica) escenografía del bar, que suena más a epitafio: por encima de cuatro jóvenes comiendo churros, lo que más me sorprende es la severidad y la inexpresividad de manual con las que se los jalan y se toman el café. Después, calma tensa en el Vallecas profundo. Véanlo. No tiene desperdicio urbano».
Usted puede ver el vídeo de Obús en:
La verdad que dan ganas de salir del barrio normal para ir al puente de entrevías (a soñar un poco)
Da gusto leeros!
Me gustaMe gusta