Imagen de portada: Selinunte, antigua ciudad griega del sur de Sicilia, Italia.
Prólogo al artículo
Como paso previo e ineludible a la lectura del artículo de César, La polis y el urbanismo colonial, he creído conveniente la elaboración de un breve preámbulo que nos acerque a su figura y a su manera de interpretar la realidad.
El muy madrileño César Fernández (1957), criado entre el barrio de Ventas, de Madrid, y el San Estanislao de Koska (SEK San Ildefonso), posee un currículo excepcional, pero ello va indisolublemente unido a esa misma capacidad que él tiene para ser entendido y, sobre todo, para transmitir todo aquello que debe ser asimilado.
Además de hacerse entender muy bien, César es ingeniero de caminos, tiene la licenciatura en Derecho y posee el máster de Estudios Neohelénicos. Ha realizado, además, estudios de Griego Moderno: entre otros, posee el Título en Griego Moderno (Nivel Avanzado 2) por la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid (2009) y el Certificado de Nivel intermedio de Griego Moderno por la Universidad de Tesalónica. (2006).
A lo largo de más de 30 años de vida profesional, el autor de La polis y el urbanismo colonial ha realizado más de un centenar de Estudios y Proyectos de Carretera. Ha desarrollado asimismo una veintena de trabajos relacionados con el mundo griego. Y ha escrito también tres deliciosos libros breves cuya lectura aconsejo y que llevan por título Veinte sonetos coquetos y un prólogo desesperado (2002), El amor tiene sentido (2003) y Baricentro (2011, traducido al griego).
Como usted puede deducir, como experto conocedor del mundo helénico que es, he traído a un excelente humanista a esta realidad poliédrica que es elurbano.org. Su punto de vista histórico y arqueológico, su comprensión de uno de los orígenes del urbanismo moderno, y su aporte, cromático, clásico, culto, riguroso y al mismo tiempo sencillo y didáctico a la cuestión urbana, se hacen necesarios y hasta preceptivos en este foro: como un recurso iniciático, como instrumento de aproximación para aquellas personas que se dejan caer por él, como una valiosa información para el alumnado de enseñanza secundaria y universitaria, y por supuesto como elemento de consulta para aquellos y aquellas que son o se declaran especialistas en la materia. El autor tiene, entre otras, la virtud de hacerse comprender por todos los citados.
César Fernández es un lujo. Y ofrece, al igual que todos los que escribimos aquí, un punto de vista diferente, como es lógico. Por lo tanto, un soplo de aire fresco siempre. Y otra forma de ver las cosas y, por supuesto, de aprender a comprender esas mismas cosas.
Esta versión de La polis y el urbanismo colonial es un extracto de un compendio temático que tiene su correspondencia con el curso “Los Griegos en Sicilia” (abril-mayo 2016), que él impartió para catedráticos y profesores de enseñanza media en la Comunidad de Madrid.
César y el que firma este prefacio esperamos que disfruten con todo ello.
Fernando Sánchez
INTRODUCCIÓN
Se redacta este artículo con el único objetivo de proporcionar una visión general de lo que fue la polis griega así como del urbanismo que la conformaba. Se ha elegido como referencia para el desarrollo de este último la Sicilia griega (tierra de colonización) toda vez que los restos arqueológicos de sus ciudades permiten una visión más clara que la que proporcionan los restos de otras ciudades del resto del antiguo mundo griego.
El contenido del artículo se basa en los libros que se recogen en la Bibliografía que se adjunta, si bien es de justicia reconocer que, sobre todo en el tema de la polis, se han seguido los des libros de mi admirado profesor Domínguez Monedero que aparecen reseñados en la citada bibliografía.
APUNTES SOBRE LA SOCIEDAD GRIEGA EN EL SIGLO VIII A.C.
La sociedad griega del siglo VIII a.C. se articula en torno a dos grupos principales. Por un lado, los aristócratas (aristoi) que poseen el monopolio del poder político, legislativo, judicial, religioso y, sobre todo, económico; y por otro lado, el grupo “no aristocrático”, compuesto por campesinos, artesanos, comerciantes y el personal dependiente, como los esclavos. El campesino, cuando tenía un nivel económico que le permitía sufragarse el armamento, participaba en la guerra como hoplita. El artesano era, en general, itinerante y trasladaba su taller allí a donde se le requería […].
LA POLIS
Las poleis surgieron en momentos distintos en los diferentes lugares de Grecia entre el 900-750 a.C. como estructuras al servicio de los intereses económicos de los aristoi, si bien, en el transcurso de pocas generaciones, otros grupos sociales conseguirían beneficios parejos y, en algunos casos, superiores a los de aquellos aristoi.
La polis o “ciudad – estado” es la organización social característica de la mayor parte del mundo griego tras la caída de los palacios micénicos, centros de un poder real. La polis es una agregación de núcleos o grupos de población (συνοικισμός). Surge cuando un grupo de individuos se consideran relacionados entre sí por un vínculo común ajeno a ellos (mitológico en gran parte de las ocasiones), pero que al tiempo les define como miembros de un mismo círculo.
La polis implica la existencia de un centro en donde residen los órganos de gobierno y, ante todo, el santuario de la divinidad tutelar. Igualmente, necesita de un territorio, “chora” (χώρα) del que extraer los medios de vida, principalmente agrícolas. Es necesario también un ordenamiento jurídico que regule la convivencia de quienes viven en la polis.
Sus integrantes viven con sus mujeres y sus hijos en un centro urbano (άστυ) y su hinterland, junto con otros dos tipos de población: los extranjeros, sin derechos pero libres (a menudo llamados metecos) y los esclavos. Una polis, pues, no era una ciudad al uso (podía, incluso, ser pequeñísima) y no era simplemente un centro urbano: su población estaba repartida por un territorio rural que podía incluir numerosas aldeas.

El proceso de conformación de la polis griega y el inicio de la colonización (que llevará a la inmediata formación, igualmente, de poleis) son procesos no solo sincrónicos sino también íntimamente relacionados.
La reunión de los aristoi en torno a centros urbanos y santuarios determina un notable incremento de su poder conjunto. Ello se traduce en una presión mayor sobre aquellas personas que, en muchos casos independientemente de sus orígenes, poseen parcelas de tierra cada vez más pequeñas que apenas pueden cultivar con sus propios medios. Aquellos cuya posición no era buena debieron padecer una situación precaria ya que las relaciones directas entre pequeños y grandes propietarios, dentro del ámbito de la aldea, van siendo reemplazadas, en mayor o menor medida, por la autoridad de un “estado», que se ejerce sobre el conjunto de un territorio común.
Los aristoi fueron ocupando y usurpando poco a poco las tierras pertenecientes a los pequeños propietarios reduciendo, eventualmente, a una especie de servidumbre a sus antiguos cultivadores. A esta situación hay que añadir el incremento notable de la población en Grecia, perceptible desde mediados del siglo VIII a.C. Ello favorecía la progresiva fragmentación, por causas hereditarias, del lote de tierra, kleros, convirtiéndose éste en una pequeña extensión de terreno incapaz de subvenir a las necesidades mínimas de subsistencia del campesino y su familia agravando la situación de endeudamiento del mismo, o bien, por el contrario, la cesión hereditaria de dicho kleros en beneficio sólo de alguno de sus descendientes, o, en todo caso, la existencia de herencias desiguales que ponen al borde de la miseria al menos favorecido en el reparto. La salida que tienen estos sujetos es, o bien trasladarse al centro urbano, con el fin de intentar buscar nuevas formas de vida que, por otro lado, tampoco faltan (carpinteros, albañiles, tenderos, empleados de talleres artesanales, navegantes, comerciantes, etc.), o bien la emigración a otros lugares.
EL MOVIMIENTO COLONIZADOR
La emigración tenía como finalidad establecerse, poder disponer de tierras y reproducir, en otro lugar, no las formas de vida que habían llevado hasta entonces sino, precisamente, las de aquellos aristoi cuyo auge político y económico había terminado por desplazarlos.
Emprendedores comerciales y colonos agrícolas establecieron una serie de nuevas ciudades griegas desde el Mar Negro hasta el Mediterráneo occidental.

El punto de partida vendría dado por la fundación de Cumas, tal vez hacia el 750 a.C., inmediatamente seguida por una avalancha de nuevas ciudades. Entre los años 750 y 700 a.C. tiene lugar la fundación de, al menos, veinte nuevas ciudades. […]
El movimiento colonizador pasó, con el paso de los años, de ser un movimiento espontáneo a adquirir carácter institucional y, por ello, sometido a una serie de normas y sanciones, tanto políticas como religiosas.
LA CREACIÓN DE UNA NUEVA POLIS
En los primeros momentos del proceso colonial, en el siglo VIII a.C., el proceso de formación de la polis tiene lugar simultáneamente, en el ámbito metropolitano y el colonial. La nueva polis en la que deviene la primitiva colonia (apoikía) puede tomar rasgos de la metrópolis, pero sin convertirse necesariamente en un calco servil de la misma.
La implantación de ciudades en muchos casos obedece, indudablemente, a intereses agrícolas. Se ocupan aquellos valles fluviales más favorables al desarrollo de la agricultura, o las llanuras más extensas. Las colonias se erigen en sitios costeros que garanticen una fácil y rápida salida al mar, cuando no se establecen en su misma orilla, o que posean facilidades destacadas a la hora de garantizar su comunicabilidad.
LA ΧΩΡΑ. EVOLUCIÓN A LO LARGO DEL TIEMPO
El estudio de las colonias no puede limitarse a la ciudad que le da nombre, sino que debe incluir el territorio aledaño (χώρα), cuya ocupación venía implícita en su fundación. La ocupación de estos terrenos, necesarios para la supervivencia, precisaba la plena soberanía sobre los mismos, lo que llevaba implícito el choque con los antiguos ocupantes de la zona que debían ser integrados en la colonia, bien voluntariamente o como esclavos después de haber sido vencidos.
Un elemento importante en la colonización fue la ampliación del territorio ocupado a través de la implantación de santuarios y de lugares estables de habitación, como por ejemplo, las granjas.
Además, la ciudad propia de la colonia da lugar a otros pequeños núcleos, fuera de las murallas, que ayudan al arqueólogo a fijar la dimensión de la zona ocupada.
Los estudios actuales indican que las ciudades griegas eran unas comunidades de aldeas. Pero aquí es necesario hacer una importante precisión: cuando se dice ciudad hay que entender, obviamente, la comunidad de ciudadanos que ocupan un espacio (el lugar habitado más el territorio circundante), en forma distinta dependiendo del área geográfica en donde nos encontremos. La ciudad griega arcaica, desde el punto de vista colonial, es esencialmente un centro político (acrópolis o santuario poliádico, ágora, talleres artesanales) lugar de encuentros de una organización territorial caracterizada por la prevalencia del sistema de habitación en aldeas dentro de un territorio concreto.
Los grandes lugares de culto dominaban todo el territorio y los pequeños santuarios (dedicados a Hera o a Deméter, señora de la tierra) estaban situados en el cruce de los caminos para definir las zonas de límite, los bosques, las zonas incultas y los territorios de caza […]
ASENTAMIENTOS AGRÍCOLAS
Una colonia poseía un territorio o “chora” en la vecindad de la muralla. Aquí se cultivaba lo necesario para la subsistencia y los sobrantes eran una fuente de riqueza.
La historia de los asentamientos agrícolas de las colonias está ligada a la transformación de los territorios agrícolas en territorio griego, ya que los griegos no ocuparon territorio desierto y virgen: en él había granjas y pequeños asentamientos indígenas. La nueva organización empieza por la división del terreno en parcelas rectangulares, evidenciados por la red de calles (Mégara Hyblea, Selinunte). Este reparto no se hizo de una vez, sino en distintas fases hasta que se llegó a parcelas rectangulares iguales. La igualdad de éstas no parece el reflejo de una división democrática en la fundación, sino de una época más tardía, debido a los problemas sociales de fines del periodo arcaico.

El primer signo de vida en la “chora” son los santuarios situados a lo largo de la vía principal que unía el centro urbano con la colonia vecina o con el centro indígena más próximo. Éstos deben asegurar la fertilidad del campo, del ganado y la salud de los propios griegos, y son elementos diferentes de los del culto urbano.
Los habitantes de la “chora” practicaban también el culto familiar en torno al hogar y las divinidades de los santuarios rurales estaban en relación con el culto de las casas de labranza.
La unidad habitacional de la “chora” era la granja, que ocuparon densamente la “chora” durante todo el periodo colonial griego. En ellas se encuentran, si bien en escaso número, sepulturas […].
EJEMPLO DE URBANISMO COLONIAL: LA SICILIA GRIEGA
La ciudad se levantaba con el consenso de todos los componentes de la comunidad, dirigida por la voluntad de la clase acomodada y que, en el caso de Sicilia, en el siglo VII y hasta principios del siglo V a.C., estaba formada por la aristocracia de los propietarios de tierras, a veces los mercaderes y, finalmente, por los tiranos […]
Se dedicaban grandes superficies a los espacios de culto, que no debían interferir en el reparto de tierras que representaba el origen de las colonias. Otros espacios se dedicaban a la actividad civil y comunitaria (ágora), áreas centrales respecto a las parcelas cultivables sobre las cuales el colono había construido su casa. No lejos de la ciudad se ubicaban las necrópolis. La protección de los colonos obligaba también a diseñar líneas de defensa.
Los asentamientos se instalaron en penínsulas o altos fácilmente defendibles, junto al mar, con amplias llanuras a su espalda, siempre cerca de un río que asegurase agua potable, que sirviese de vía de penetración natural y que ofreciera un útil puerto fluvial. La superficie ocupada solía ser bastante amplia superándose la mayoría de las veces las 100 ha.
DE LAS PRIMERA FUNDACIONES URBANAS A LA CIUDAD
MÉGARA HYBLEA. Situada en la bahía de la actual Augusta, nos da la idea más clara de la implantación de una colonia en Sicilia.
El lugar es una llanura con agua abundante, lindante al Este con el mar, al Norte con el río Cantera y al Sur y al Oeste con un torrente impetuoso, el San Cusmano. El terreno era apto para el cultivo y el personal que la ocupaba tenía vocación agrícola.
Sobre esta llanura de unas 60 ha se instalaron los megarenses siguiendo al fundador de la colonia. Como no parece lógico que durante el viaje hubieran elaborado un modelo de ciudad distinto al que habían dejado, es de suponer que al ocupar el terreno solo pudieran llevar a cabo una partición de tipo agrario. Dispusieron, por tanto, de un área privilegiada para construir una estructura urbana preordenada: terreno llano sin habitantes previos; una cierta tranquilidad por no tener confrontación con los sículos vecinos y un altiplano que a un par de km bloqueaba la zona en la que se habían instalado, e impedía tanto las incursiones de los calcídicos de Leontinos, al norte, como las de los corintios de Siracusa, al sur, que eran vecinos peligrosos, aun cuando al final del siglo VIII a.C. no constituían una amenaza.
La falta de tumbas del siglo VIII a.C. indica que los primitivos colonos fueron muy pocos.
Se han descubierto cinco barrios que son el origen del primitivo planeamiento y que corresponden al reflejo de las cinco villas que constituyeron el origen de la Mégara griega. Las parcelas tenían una longitud de 12 m y anchura indeterminada y las manzanas comprendían cada una dos parcelas con un pasaje común (después fue sustituido por un muro) de 0,45 m de ancho, y un muro perimetral. Las calles eran paralelas […].
En Mégara Hyblea la muralla perimetral medía 3.407 m y encerraba toda la extensión de la ciudad.
La parcelación primitiva se llenó de construcciones al cabo de tres generaciones y llegó a alcanzar las dimensiones de una ciudad estado, lo que hizo pensar en la necesidad de crear una subcolonia que no sufriera la necesidad de territorio: Selinunte. Parece que entre los siglos VII-VI a.C. las 60 ha del asentamiento se convirtieron en una especie de ciudad hortícola con parcelas de 120 m2. Suponiendo que se dedicaba el 40% al área sacra y a los espacios libres comunes esto significaba 3.000 viviendas y al menos 5.000-6.000 habitantes.
SIRACUSA. Siracusa estuvo al principio más poblada que Mégara. En un principio, los colonos se instalaron en la isla Ortigia y sobre la costa de enfrente.

Los habitantes originarios que no fueron eliminados fueron esclavizados. El crecimiento hacia la llanura del sur fue rápido, ya que la población creció con la llegada de nuevos colonos. Los que llegaron primero eran poco numerosos y solo pudieron habitar de forma continua poco más de 100 ha de Ortigia y Acradina en tierra firme.
Parece que la dorsal de Ortigia constituyó, al final de los primeros años el eje natural que, atravesando la isla de Norte a Sur, conectó los núcleos habitados con la tierra firme.
Perpendicularmente a la dorsal había una serie de ejes transversales que eran los ejes menores de la ciudad, con un ancho entre 2 y 3 m, que formaban manzanas de 23 a 25 m de largo.
El espacio libre para reunirse (el ágora) debía ocupar el área a espaldas del inacabado templo jónico y del vecino Athenaion.
En consecuencia, las evidencias arqueológicas en Mégara y Siracusa parecen sugerir que el nacimiento de las ciudades en Sicilia no dio lugar súbitamente a la creación de un nuevo tipo de asentamiento urbano diferente a los de la antigua Grecia. La tierra se dividió en κληροι de cultivo y las residencias se instalaron próximas al espacio determinado como común, lo que permitía que la expansión de la colonia no fuera estorbada por las viviendas primitivamente edificadas sin ningún orden.
LA CIUDAD COLONIAL EN LA ÉPOCA ARCAICA
A fin de no hacer demasiado prolijo este estudio, nos centraremos únicamente en el ejemplo más característico de esta época: la ciudad de SELINUNTE.
Factor importante en su fundación (628 a.C.) fue la topografía de la zona, con tres colinas (Gaggera, Manuza y Marinella) separadas por dos ríos, el Selinos (actual Modione) al oeste y el Cottone al este, que proporcionaban dos puertos: fluvial el occidental y abierto y profundo el oriental. Una gran dorsal entre las colinas de Manuzza y la colina de la acrópolis se convirtió en el eje vertebrador del planeamiento.
En los siglos VI y V a.C. la ciudad ocupaba todo el terreno ya ocupado en la fundación del siglo VII a.C. Al lado del puerto occidental se construyó el santuario de la Malaphoros, primero de una serie sobre la ribera del río Selinos.

Al inicio del siglo VI a.C. se renovó totalmente el núcleo habitado entre las colinas de la acrópolis y de Manuzza. Los ejes principales naturales eran el N-S y el E-O, que en la base de la colina de Manuzza unía los dos puertos, y que tuvieron una importancia básica para el desarrollo de la zona habitada sobre la acrópolis.
En la zona central de la colina de la acrópolis se construyeron cuatro templos (FASE I) entre el 650 y el 590 a.C. y la zona fue instituida como un área sagrada, que fue ampliada, como veremos, treinta años después y rodeada por un muro.
Tanto en el sur como en el norte, el área sacra aparece limitada por una calle importante, que reclamaba la existencia de otro eje natural entre los dos ríos que después constituyó la base del desarrollo urbano en la parte norte de la acrópolis y en la sur de Manuzza […].
La fase monumental en Selinunte y Agrigento (560 – 540 a.C.) es paradigmática para entender el paso de la planificación urbana a la monumentalización de la acrópolis. Esta fase (FASE II) y la precedente presuponen una importante riqueza pública y un poder político fuerte. Hay que hacer notar que en casi todo el siglo VI a.C. Selinunte estuvo regida por tiranos (Pitagoras, Euryleón).
La monumentalización de la acrópolis tiene como protagonista al antiguo “temenos” sacro y quizá fuese propiciada por el sismo a que hemos aludido que golpeó la ciudad poco antes de la mitad del siglo VI a.C. Aproximadamente en el 560 a.C., se inició la pavimentación de la arteria N-S para facilitar el transporte de los materiales utilizados en el templo C que provenían del norte, de Cusa.
La terraza para la cimentación ocultaba la roca oriental recubierta de arena y solamente una obra gigantesca podría sostenerla. Ésta fue un muro de 9,8 m de alto de paredes escalonadas y con una base de 17 m de ancho, que se extendía 73 m de sur a norte, girando al noroeste 50 m más.
Viniendo desde el puerto del Cottone se hallaba la entrada monumental de ingreso al “temenos” sacro. Se construyó una larga escalera adosada al muro oriental, constituida por 21 escalones, y que llevaba desde la terraza inferior a la de los templos C y D.
En la colina oriental se empezó la construcción de los templos E, F y G.
A mediados del siglo V a.C. (FASE III) se incorporaron los nuevos templos A y O, con lo que la colina tomó significado sagrado y un peculiar valor monumental […].

LA CIUDAD COLONIAL EN ÉPOCA CLÁSICA
En esta época, las colonias de occidente se presentaban a la Madre Patria como portadoras del mejor modelo de organización urbana que se hubiese realizado hasta el momento. Tales modelos fueron tenidos en cuenta por Hipodamo de Mileto (498 – 408 a.C.). Recordemos que sus teorías estaban destinadas a crear nuevas ciudades de grandes dimensiones, programadas para ser lo más funcionales posible para sus habitantes. La novedad más evidente era la multiplicidad de plateiai y stenopoi y las proporciones de las manzanas (1:2) para poder atravesar rápidamente ese extenso tejido urbano.
Sicilia en el siglo V a.C. se encuentra en la mitad del proceso de desarrollo que va desde las últimas fundaciones coloniales del siglo VI a.C. a las ciudades de Timoleón.
SIRACUSA. En Siracusa, la más importante ciudad estado de la Sicilia del siglo V a.C., los movimientos de expulsiones y entrada de ciudadanos deportados y mercenarios debieron influir en el tejido urbano, pero trazas de estas idas y venidas no han sido halladas todavía. Sí una planificación más tardía (siglos IV-III a.C.) entre el límite norte de la Akradina y Tyche que, según algunos, puede ser un reflejo de la planificación urbanística de la época de los tiranos.
TYNDARIS. En la primera mitad del siglo IV a.C. la colonia dionisiana de Tyndaris se organizó sobre tres anchas plateiai paralelas al mar, cortadas ortogonalmente a intervalos de 30 m por stenopoi que subían rápidamente hacia la base del promontorio rocoso sobre el que se alzaba la fortaleza.
Las manzanas, perpendiculares al mar, tenían una longitud de 78 m y los monumentos importantes: el teatro, la llamada basílica y el ágora, estaban sobre la plateia más alta perfectamente integrados en la malla hipodámica.
LAS CIUDADES SICILIOTAS ENTRE TIMOLEÓN Y HIERÓN II
El modelo de las ciudades timoleónticas en Sicilia es, sin duda, Camarina.
CAMARINA. La implantación timoleóntica se articuló sobre cinco plateiai que, como las de la implantación precedente, corrieron paralelas al N y al S de la principal.
Esta plateia, la principal, había constituido en el siglo V a.C. la espina dorsal de la zona habitada, atravesando de SE-NO el estrecho promontorio entre el Ippari y el Oanis. Sobre ésta y sobre las otras plateiai de 10 m de ancho se iniciaron nuevos stenopoi de 5 m de ancho con una relación 1:2 en las manzanas que delimitaban y que tenían una anchura fija de 34.5 m y una longitud variable entre 135-138 m con una relación que no excedía del 1:4, es decir, más baja que las que se encontraban en la Sicilia del siglo V a.C.
Cada manzana estaba dividida por un pasadizo de 0,5 m de ancho en dos bloques de 17 m de ancho en los que se levantaban 10 viviendas de 220 m2. La arteria principal seguía el eje principal del promontorio y se alargaba en línea recta 2,5 km. Junto con el ágora, era el alma de la vida ciudadana.
Como en otras ciudades coetáneas, los stenopoi salían de los ríos a la línea de cresta y tenían desniveles considerables pero nunca perdían la perpendicularidad a la plateia.Todo ello es el reflejo de los principios de la megalópolis Hipodámica.
El renovado templo de Atenea permaneció dentro del cerramiento del área sacra arcaica y el ágora ocupaba el ángulo SO del promontorio y no fue movida aún cuando quedase periférica respecto al desarrollo asumido en esta época […].
CONSTRUCCIONES PRIVADAS E IMPLANTACIONES PRODUCTIVAS URBANAS
La construcción privada, comercial y artesanal se contempla en relación con el contexto urbano, distribución y papel de las habitaciones, materiales empleados y soluciones desarrolladas a lo largo del tiempo, desde la segunda mitad del siglo VIII al siglo III a.C.
LA ESTRUCTURA DE LA HABITACIÓN EN LA ERA ARCAICA (SIGLOS VIII AL VI A.C.). La documentación que tenemos en relación con la vivienda privada es más pobre que la correspondiente a la construcción pública, sea religiosa o civil, sobre todo porque los materiales eran muy degradables: madera, ramaje y barro.
En Mégara Hyblea se han descubierto una docena de casas del siglo VIII a.C. y algunas, en mayor número, del siglo VII a.C. Las casas estaban distantes y aisladas pero inscritas en la malla de calles y alineadas a lo largo de sus márgenes.
Las casas de Mégara Hyblea eran uniformes, de entre 15 y 25 m2, abiertas por el sur a un espacio que en el siglo VIII a.C. alcanzaba los 120 m2.
Las casas de Siracusa del siglo VIII a.C. costaban de una sola pieza de 10-15 m2 de planta cuadrada o rectangular construidas con ladrillo sin cocer sobre zócalo de piedra, abiertas por el sur a un pequeño patio.
LA ESTRUCTURA DE LAS CASAS EN LA ÉPOCA CLÁSICA (SIGLO V A LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO IV A.C.). En este periodo en Sicilia la que ofrece los ejemplos más significativos es, sobre todo, Hímera.
Allí la modificación urbanística llevada a cabo por Terón en 476 a.C. tras su refundación repartió el territorio en lotes de 16×16 m2 pero no se creó un modelo de casa que se repitiese según módulos uniformes. Las necesidades de cada familia condicionaron la organización, siempre diversa, de las habitaciones, si bien, en general, se puede admitir la repetición planimétrica en la recurrencia a tres vanos cubiertos, alineados con la calle y dando hacia el interior a un gran espacio que puede considerarse como residencia cubierta mejor que como patio […]
LA ESTRUCTURA DE LAS CASAS EN LA ÉPOCA HELENÍSTICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO IV AL SIGLO III A.C.). Las casas son de mayores dimensiones, habitaciones más amplias y generalmente con 2 patios que individualizaban las zonas de representación y familiar.
En Mégara Hyblea la planimetría en más compleja y cuenta con un patio con peristilo. La más conocida es casi trapecial de 25 x 41 m y con una veintena de habitaciones con vista a dos patios, uno de ellos con pórtico de columnas, desde donde se accede al “andrón” (sala de banquetes).
Otro ejemplo lo tenemos en Morgantina (la llamada casa del juez) con una planimetría compleja, grandes patios con columnas, salas de representación, numerosas habitaciones y rica decoración en suelos y paredes.
Más simples son las casas de Camarina del siglo IV a.C. en el interior de las manzanas con superficies de 17 x 72 m2 subdivididas en tres o cuatro vanos al norte y con patio al sur.
TIENDAS Y TALLERES ARTESANOS. Para definir la vida en las colonias es preciso conocer las actividades que en ellas se desarrollaban.
En el interior de las casas eran importantes las labores textiles, y se reconoce la existencia de tiendas y talleres. Estos últimos estaban separados de la vivienda y tenían acceso independiente. Estos talleres necesitaban depósitos para lavar la arcilla, zonas de almacén, y espacios para el secado y conservación de los productos terminados y, sobre todo, gran cantidad de agua que se sacaba de pozos.
El barro cerámico, que necesita mucho espacio y produce humos molestos, creaba el problema de su situación y su relación con la organización interna de la ciudad. No era rara la presencia de hornos próximos a la zona sacra para estar vecinos a la concentración de clientes. Los hornos eran generalmente circulares de un metro de diámetro y construidos con ladrillo cocido.
TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS, MATERIALES Y MOBILIARIO. La técnica constructiva varía poco en el tiempo y en el lugar, y es esencialmente simple.
Donde la piedra de tallar era fácil de conseguir (Mégara Hyblea, Selinunte) se usaba también para la construcción privada. Las paredes se hacían con barro reforzado con madera.
El techo en los siglos VII –VI a.C. era a dos vertientes y se cubría con tejas […].
No conocemos el mobiliario, que debía ser escaso y no lujoso, funcional y construido de materiales perecederos. Había un banco de piedra que servía de asiento de día y de lecho de noche. Se conocen varios tipos de silla, con y sin respaldo y brazos, banquetas, cofres y baldas donde se colocaban los enseres que se utilizaban en la mesa.
César Fernández
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