HOUELLEBECQ Y AUSTER: SOBRE METAFICCIONES Y CORROSIVIDAD. MÓNICA OLALLA

Sí, lector, no es una disyunción hipotética ni cualquiera de las estructuras lógicas del lenguaje (p<q; p>q, p [q] …) que señalan relaciones pragmáticas de consecuencia, finalidad, causa o duda. Sí, usted ha leído muy bien este binomio extraño que resume el espíritu francés y norteamericano unido por un hilo de belleza literaria sin igual. Miel para los labios, regocijo del alma, medicina para el atocinamiento neuronal que a veces puede llamar a la puerta de nuestra cabeza. ¡Hola! ¿Estáis solas? Vengo a despertar y a sacudir las conexiones de tu ADN, pero no valen ideas preconcebidas ni que hayas leído la contraportada de la batalla final de un personaje A en agonía en París o un personaje B en las calles de Nueva York. Todo empieza con una duda.

Nueva York. Mónica Olalla.

Hablamos de otra cosa distinta. Hablamos de destripar el esqueleto que da forma a unos textos sorprendentes que metamorfosean la realidad haciéndola más rara, más compleja y menos accesible, pero ¿qué más da? Pensar y repensar es una actividad discursiva en esencia que mata el aburrimiento con una gimnasia mental que nace de la desesperación por encontrar un rumbo o un rumbo ya establecido sin ser consciente de ello. El antihéroe houellebecquiano es un despojo de la sociedad neoliberal que observa el mundo al estilo de Ignatius Reilly (“Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer”). La ampliación de su campo de batalla es un arrastre vital que no le lleva a ninguna parte sino a la corrosión de su espíritu, se cree por encima del bien y del mal pensando que elige sus movimientos, sus actos, sus comportamientos, pero no es así. Debe bucear en su interior para encajar en algo que no quiere pero que, a gritos, le pide que encaje en cierta forma. Pasa de puntillas por fiestas vendiendo tecnología absurda que nadie compra, una vida gris y anodina cuyo punto de inflexión nos lleva como lectores a un ¿y ahora qué? …. Se entretiene en diseccionar opúsculos, organismos vivientes que alegran el “areópago” en su viaje por la Place du Vieux Marché. El turismo flaneûr sobre losas de hormigón deambula, observa, siente, cambiando de sitio sin motivo aparente. La visita al cine porno es de mis capítulos favoritos tan sencillo a la par de aséptico, pero con una fuerza narrativa brutal implícita que te deja en shock. La parálisis posterior hace que arranque de nuevo a un París siniestro que lo fagocita. Siempre será él mismo sin poder escapar porque no desea huir.

El concepto de espacio llama poderosamente la atención como tiempo externo e interno, un lugar donde la metaficción se desdobla de manera prodigiosa. La sensación de pérdida ahoga desde el infinito con dos grandes urbes separadas por un océano inmenso. Esta distancia entre lo pequeño y lo enorme acentúa aún más la idea de “ciudad de cristal” que siempre quedará en el recuerdo. Bogart en su avión y su cabaret rezuma melancolía y gravedad para quien quiera sentirla, otro campo de batalla que se empeña en anularme como primera persona. Un estilo seco, austero y ácido donde la acción son mis pensamientos y viceversa: mi no-acción, como ingeniero informático, también es un argumento del que te quiero hacer partícipe. Me parece una auténtica aberración tachar de aburrido algo porque no tiene acción, pero ¿qué es la acción? ¿Acaso hay una única cronología o es un ente cultural ajeno o propio? Nueva York como espacio inagotable sitúa a un D.Q. misterioso y cervantino que se cuela por las rendijas de los libros en el movimiento de su propio cuerpo. Nadie lo acompaña en su viaje excepto un alter ego ¿en espíritu? que no entendemos si es protagonista, personaje o narrador, es decir, una disposición temática (T) desdoblado en este juego de iniciales: P. A. / M. W. / A. Q. / W. W. / V. S / P. S. / P. C. / Sr. V / Sr. B. / Dr. W. / Sra. S. / H. D. / S. H./ Las disoluciones entre todos ellos es un recurso soberbio en Auster como deudor de nuestro Quijote y Cide Hamete Benengeli. He de confesar que, aunque sea un tópico muy manido, adoro a D. Miguel y a su pluma, si no existiera tendríamos que inventarlo. Ese juego de contrastes, de luces y de sombras, tamiz y crisol de géneros, estilos, estructuras discursivas y modos de narración cobra vida cuando reflexionamos sobre el significado de las frases. Pero aquí no solo la metaficción tiene cabida sino la metaliteratura de Crusoe, Peter de Hannover, Kaspar Hauser, Swift, Defoe, Poe y el metalenguaje como lector in fabula de Eco. Humpty Dumpty matemático haciendo un jaque a la reina roja con un Carroll escondido detrás del conejo blanco… Tic, tac, tic, tac, ¡corre D. Q., corre! El tiempo vuela desafiando a toda lógica.

Nueva York. Mónica Olalla.

Nos faltarían páginas para describir y analizar las andanzas de A. Q. desde un perspectivismo nada casual que juega con nosotros interpelándonos: ¿son A. Q. y P. A. la misma persona cuando A. Q. pregunta por P. A.? ¿Escritor y detective? ¿Y qué decir de ese afán lector, esa locura hacia las letras que nos lleva a encerrarnos sin más compañía que el papel? Ese punto fetichista y divino a la vez que nos aísla y nos incluye en su historia porque como dice Auster … No hay ninguna frase, ninguna palabra que no sea significativa, e incluso cuando no lo es, lo es en potencia, lo cual viene a ser lo mismo…”[1] y añado “incluso en acto”, como origen primigenio de la Torre de Babel y del Génesis, guiño judío sobre Adán en el Edén. El primer hombre que pasa a tener un nombre propio a pesar de que, en hebreo, no es más que un “hombre cualquiera” y ese Edén con mayúsculas que es cualquier paraíso: de lo concreto a lo general y al contrario. ¡Qué curioso el proceso de la traducción otorgando concreción a lo abstracto creyendo que inventamos algo nuevo! Maravillosa la reflexión sobre las ´agaddot rabínicas a modo de cuento que rizan el rizo desde la hermenéutica más pura. Otra vez la pura disección lingüística en su registro oral cuando el padre enseña a hablar a su hijo en un círculo, ¿será una casualidad que Dante estructure su obra en círculos en un espacio y un tiempo?

Por otro lado, La biblioteca de Columbia bien podría ser la casa manchega que tenemos en mente desde Broadway hasta la Setenta y Dos por Central Park y el Lower East Side hasta la sede de la ONU, como una caja de cerillas constreñida en su aspecto exterior guardándose para sí cosas muy grandes, cosificaciones de realidades ininteligibles en penumbra no resueltas. Es un viaje penoso con la armadura en ristre …”por la manchega llanura / allí quedó su ventura en la playa de Barcino frente al mar / cuantas veces Don Quijote / por esa misma llanura en horas de desaliento así te veo pasar / y cuantas veces te grito /hazme un sitio en tu montura / caballero derrotado/ hazme un sitio en tu montura / que yo también voy cargado de amargura / y no puedo batallar / ponme a la grupa contigo / llévame a ser contigo pastor/”[2]. De callejón en callejón, luchando con el hambre, el sueño, tratando de encontrar un cobijo ¿una venta o una cueva o al intemperie? Rouen, Saint Lazare, el Mar Rojo, Ministerio de Agricultura, Saint- Maclou, el Puente Cardinet, un teckel y un caniche visitando la Feria del Libro en Cuenca. Houellebecq y perro en compañía de Fernando Arrabal cuando este firmaba ejemplares del ¿ensayo? Carta a Stalin dedicado a un ángel de amor, por más que ella como madre de San Agustín se empeñase en ser mala malísima. A. Q. vuelve a casa; el día y la noche ya le ha confundido.

Las abundantes digresiones de Houellebecq en la vida cotidiana de su personaje niegan lo que quiere afirmar: buscar, buscar y buscar, destruir para crear y ese objetivo filosófico de “podar” con pocos seres humanos (en realidad, muchos), que van y vienen desfilando en una galería sutil, farragosa, detallista y realista, sea o no una chorrada. Todo es fruto de su mundo interior en primera persona que A. Q. ha disuelto para resolver enigmas y retomar su carrera de escritor frustrado. ¡Ay, la frustración! ¡Esa no realización de actos y potencias que se pierden en un rincón de nuestra mente provocando ira, contemplación, resolución o pasotismo a partes iguales! Una armonía sensorial que no provoca felicidad en nuestro antihéroe y un caos metódico que amenaza la estabilidad literaria de A. Q.

París. Mónica Olalla.

El paisaje es autoconocimiento despiezado con elementos desubicados que al final forman un todo, un puzzle que ha atrapado a A. Q. como la locura de Alonso Quijano que no se atrevió a escribir, solo a leer porque para escribir ya estaba D. Miguel, frente al folio en blanco. Un cuaderno rojo que nos habla de ese proceso de escritura que el personaje de Houellebecq no desea porque ya tiene bastante con la tecnología robótica en su despacho, en el salón de su casa o en múltiples viajes de los que no saca nada en claro. Es cierto que sus ojos son la guíade su camino gris, derrotado, absurdo y asqueroso. Mantenerse lejos, siempre lejos. Ser él mismo. Ya está. Nada más.

Aceleración versus desaceleración como el busto de Mussolini, aprender de otros personajes para fundirse en algo inmaterial y profundo hasta crear el suyo propio. A. Q. y el antihéroe parecen confluir en una misma senda con resultados distintos. Realidad, locura y confusión, sueño y realidad como un dibujo animado. Buscamos ese baile de letras durmiendo, en vela o en el REM que va hacia EL (´Elohim) como fuerza que empuja a creerse otro en una estructura ABBA, cuarteto poético que no de música setentera. ¡Sería divertido cantar un Waterloo neoyorquino! Cuanto más cantamos, menos lo hacemos y cuanto más se escribe, el bucle nos traga paralizándonos sin poder escribir más. Todo acaba con una duda.

“Il me semble que je serais toujours bien lá oú je ne suis pas[3]

“Por cada alma perdida en ese infierno particular, hay varias otras encerradas en la locura”[4]


[1] Auster, P. (1997). Ciudad de Cristal. Barcelona: Compactos Anagrama, 13.

[2] Poema de León Felipe (https://pongamosquehablodemadrid.com/2021/04/11/por-la-manchega-llanura-vencidos-leon-felipe/ ) con música de Serrat en su disco “Mediterráneo” del año 1971.

[3] Auster, P. (1997), 136 citando a Baudelaire.

[4] Auster, P. (1997), 135

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