Me acuerdo (a menudo) de mi estancia en el Viejo San Juan (de Puerto Rico), hace ya varios años (más de cinco). Y por ese motivo, me viene siempre al torrao aquella bandera de color (la de Puerto Rico), que a lo largo de esa misma noche de verano habían repintado en blanco y negro en señal –al parecer- de reprobación manifiesta. Todo ese asunto tenía que mucho que ver con la aprobación del proyecto que imponía una Junta de Control Fiscal para el país, un “Estado Libre Asociado” a Estados Unidos y dependiente de él, no hay que olvidarlo. De acuerdo a la investigadora Ana Gabriela Calderón (Global Voices, 2016), la autoría le correspondió al grupo que tenía por encabezamiento “Artistas Solidarixs y Resistencia” (con “x”, está bien escrito). Sin embargo, aquello no fue otra cosa que un carril de aceleración histórico y reivindicativo en un área que tanto me recordaba a la fabulosa Behind the wheel, que es un videoclip en blanco y negro perpetrado por mis admirados Depeche Mode (en adelante, D.M.) en su descomunal Music for the masses (1987). El caffé (los marcos de las ventanas y las puertas, la no tan descabellada idea de un mínimo común múltiplo a fin de cuentas), me lleva cogido de la mano al urbanismo de ese Viejo San Juan, una vez asumido el erial del comienzo de la cinta (o conjunto vacío que hay que rellenar fuera de ese orden, o la antesala a su vez de ese espacio “Chernóbil” –que decía mi esposa, Ana-, que realmente se llama “Puerta de Tierra”, un lugar que había que atravesar o ser atravesado en voz pasiva). El repintado, no obstante, era papel cliché o la propia Némesis del ultracromatismo. El Viejo San Juan se concibe en consecuencia como un abstracto idealizado de reminiscencias salinianas (nunca he tenido la ocurrencia de definir al Viejo San Juan como un centro histórico, en ninguno de los casos): el lugar/espacio ortogonal ha quedado desvinculado, encapsulado, en el decúbito supino de la extrañeza. El ultracromatismo que yo he mencionado provoca esa especie de intrusión lumínica en sus residentes, que perciben con delectación nuevos espacios allende la calle fágica, que trae consigo al mismo tiempo una meiosis de carácter émico. El concepto pop, en este caso, se ha servido inteligentemente de esta experimentación progresiva de manual. El espacio “Chernóbil”, que tan acertadamente conceptualizó mi esposa, es espacio David Gahan (vocalista de D.M.), estepario, sombrío, inhóspito, con la impronta de formalizar un “llegar a ser escrito”. El concepto <<Sintaxis>> forma parte del Diccionario enciclopédico de la vieja escuela, de Javier Pérez Andújar (Ed. Tusquets, pp. 393-394): “Porque pertenezco a las clases subordinadas [escribe], en mi barrio siempre hemos hablado como Proust, tirando a tope de subordinadas”. A propósito del dominio (neo)colonial, confundimos el sonido de la rana coquí –dijo Ana- con la alarma de un negocio, que se hallaba en aquella calle (subordinada de …). Dice Pérez Andújar que había “ido al otorrino porque, con tanto desencanto” se le había puesto “la voz pasiva”.
Imágenes de aquello:









Ana Gutiérrez es madre y licenciada en Humanidades.


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